Este artículo no pretende ser político. Es sobre todo
musical. Aunque probablemente ofenderá a algunos.
En un artículo de opinión de Jorge M. Reverte acerca de la
pitada al himno nacional en el Camp Nou —versión digital de El País el día 1 de junio de 2015— se incluía, a modo de
resumen, la siguiente frase:
“El himno español tiene una enorme virtud:
no ofende a nadie porque se ha tomado la sensata decisión de que no tenga
letra.”
Según el articulista, la música no podría
ofender si no va acompañada de texto. De lo que se deduce que la música pura no
podría causar respuestas emocionales en los oyentes. El autor desprecia así,
sin argumento musical alguno, los estudios sobre semiótica que podemos
encontrar en libros que van desde el Musical
meaning in Beethoven de Robert Hatten hasta el A Theory of music semiotics de Eero Tarasti pasando por otros de
Meyer, Leherdal, Monelle, Nattiez y un larguísimo etcétera. Si fuera alguno de
estos autores me habría sentido muy ofendido.
Yo encuentro posible que alguien se pueda ofender
por una música sin texto. Es más, un himno sin palabras podría ser más ofensivo
que cualquiera textuado. Pensemos en los estudios recientes que afirman que los
insultos en idiomas ajenos ofenden menos que los recibidos en el propio. Si nos
atenemos a la idea de David Lidov de que languaje
is a music, y que por tanto la música es un lenguaje más profundo,
primitivo y general, sobre todo en lo que se refiere al ámbito de las
emociones, entonces una música pura sin texto que lo regule podría llegar a ser
más ofensiva que una pensada para apoyar un significado textual. La sentiríamos
más nuestra. Un ejemplo recurrente que apoya esta idea es que resulta más fácil
llorar escuchando música sin texto que leyendo un fragmento triste, y esto lo
hemos experimentado todos alguna vez. Veamos cómo podría ofender el himno nacional.
El himno nacional presenta características
inequívocas de pertenencia al mundo militar. Puede que los trescientos años que
han transcurrido desde que se compuso hayan erosionado esa idea en el
subconsciente colectivo, pero las ideas musicales siguen presentes y son
huellas imborrables. Las características del himno se adhieren al topic militar que expone Ratner en su Classical Music, y son:
—compás de 2/4 (un-dos, el mismo ritmo que
al andar, el mismo ritmo que una marcha)
—melodía construida sobre un arpegio mayor
en segunda inversión (Sol-Do-Mi-Sol) en el que hay pocas notas de adorno. Se
perfila así como un corte melódico típico de corneta militar.
—Puntillos en la versión armonizada de
Pérez Casas y Grau, que es la oficial (la melodía es anónima), aunque en
algunas versiones se dulcifican igualando las notas para hacerlo menos
evidente.
Notemos además que la armonización con
contrapuntos en el bajo de segunda descendente podría entenderse, según Hatten,
como un ejemplo de frustración del deseo, que en un contexto de música en modo
mayor (alegría) y triunfalismo, daría lugar a un significado muy concreto de
sumisión.
Por otra parte, las versiones armonizadas
de la Marcha Real (aunque también se
conoce como Marcha Granadera)
comenzaron a usarse como himno nacional durante el XVIII. En la república se
cambió por otro himno (puede que igual de beligerante, no entraré ahí), pero
fue restituido por la dictadura militar de Franco, y luego pasó a la
democracia.
Es normal que muchos ciudadanos nos sintamos
ofendidos al escuchar el himno, y probablemente por muchos motivos. Parece
fácil de entender que aquellos que desean la independencia política de su
región lo tomen como una imposición. Pero quizás no tanto que muchos a los que
no nos interesa independencia alguna nos sintamos incómodos, por decirlo
suavemente, con un himno de corte militar, que posee un marcado carácter de
sumisión al régimen, que sustituyó a uno republicano y que fue símbolo de una
dictadura opresiva, pero ante todo, profundamente analfabeta.
El problema de este himno radica en que
tiene unas raíces semánticas que se contradicen con los ideales democráticos pretende
simbolizar. Es como si un congreso de ateísmo usara un logotipo basado en una
cruz.
Quizás un comentario como el que entrecomillaba
al principio de este artículo es sintomático de la falta de conocimientos
musicales del ciudadano medio. Mientras siga habiendo leyes de educación que
reduzcan la formación humanística y artística, seguirá habiendo personas
incapaces de entender los potentes pero sutiles significados de la música, y
por lo tanto, incapaces de comprender las motivaciones del prójimo.