domingo, 23 de septiembre de 2012

Un experimento literario (I)

El otro día me dio por realizar un experimento con mis amigos y conocidos, y tengo que confesar que me movía más la curiosidad que un propósito prefijado. Tenía esa intuición científica de la que habla Russell, esa idea de que al final la hipótesis sería cierta. Pero la idea inicial estaba borrosa, no era más que una mancha informe.

El experimento fue realizado en Facebook entre la mañana del sábado y del domingo (24 horas) y consistía en votar tres párrafos que narraban el mismo hecho, pero escritos de manera diferente. La premisa era votar el que más gustara. No se incidió en “mejor escrito”, “mas comercial”, “menos comercial”, “mas literario”, ni ninguna otra etiqueta. Así, hablando de gusto, los participantes votarían en términos globales aquello que les parecía más conveniente desde el punto de vista del tipo de literatura que preferían. Se prohibió comentar los párrafos, de manera que la única iteracción de unos participantes con otros era ver en el muro de Facebook el resultado progresivo de las votaciones. Lo cierto es que tuve miedo de que el factor “montonera” pudiera desvirtuar los resultados —es decir, que en caso de duda, los participantes optaran por dar su voto al que se perfilaba como preferido por la mayoría—. Pero he comentado el tema con un par de participantes y me han asegurado con algunos argumentos (que yo no pedí) que no se vieron afectados por ello a la hora de votar.

Los tres párrafos eran:

A) Una noche de octubre me despertó mi padre. Había vuelto del trabajo antes de tiempo y apestaba a alcohol. Me miraba como un súcubo furioso. Primero acarició la bombilla del dormitorio y luego la empujó fuerte contra la pared. Hubo un chispazo, silencio y una nieve siniestra y brillante que cayó sobre mi cara. No me atreví a retirar ni uno solo de sus copos.

B) Una madrugada desperté de golpe sacudido por mi padre, que volvía de trabajar antes de tiempo. Tenía los ojos inyectados en sangre y el aliento le olía a aguardiente. Le miré aterrorizado y él palpó con los dedos la bombilla desnuda que colgaba de un cable. -Está caliente. Me clavó los ojos y lanzó la bombilla con rabia contra la pared. Estalló en mil pedazos de cristal que me cayeron en la cara pero no me atreví a apartarlos.

C) El pinche de mi padre… Una noche me despertó a golpes. Había tomado y parecía ido. Me miraba como si quisiera matarme, buey. Luego tocó la bombilla y se quemó los dedos el muy chingón. La reventó en la pared y yo me llené la cara de cristalitos. Imagínate que ni me los retiré de puro miedo que tenía.

Al término de la votación, el texto A recibió 14 votos, el texto B 2 votos, y el texto C ningún voto. Así que de un total de 16 participantes, el 87,5% de los votos fue para A, el 12,5% para B y ninguno para C. Como estadística, la muestra es muy pequeña, pero era una de las limitaciones de este experimento al hacerlo por Facebook. Lo que sí es pertinente es señalar que los votantes son en su mayoría personas cultas (estudios superiores) y jóvenes, de entre 35 y 19 años de edad, aunque pueda haber un par de casos que se salgan de este rango. Así que los resultados estadísticos estarán condicionados por este segmento demográfico de “jóvenes universitarios de clase media”. Ya veis que no tengo ni idea de estadística, pero la validez de este experimento puede ser refutada por más vías, como comprobaréis. No pretendo hacer aquí un estudio científicamente sólido.

Ahora analicemos un poco cada uno de los textos:

A está redactado en un estilo fluido, con frases no demasiado largas y evitando complejidades gramaticales. Narrativamente es sencillo, pero poéticamente elaborado. Se establece un símil: (el súcubo furioso) y una metáfora (los cristales rotos de la bombilla por la nieve brillante y siniestra). Esta última metáfora se alarga dos frases (el narrador no se aparta los cristales de la cara mientras sigue llamándolos sus copos). El orden de las frases siempre es el correcto y cuida que no aparezcan rimas internas.

B presenta un estilo sonoro y ritmado debido a la elección fónica de las palabras (la ene antes de consonante en iNyectados, saNgre, aguardieNte y calieNte, por ejemplo)  y a las rimas internas:

0. (Una madrugada)
1. desperté de golpe sacudido por mi padre,  A (14)
2. que volvía de trabajar antes de tiempo. B (13)
3. Tenía los ojos inyectados en sangre A (13) (inyect-ado = D)
4a. y el aliento b (5)
4b. le olía a aguardiente.  c (mezcla de “-ient” de B, más “-e” de A) (8) (4a+4b= 13)
5. Le miré aterrorizado d (8)
6. y él palpó con los dedos (-)(8)
6. la bombilla desnuda que colgaba de un cable. A (14)
7. —Está caliente.  c (5)
(El resto del texto no presenta rimas internas)

Vemos que las rimas son buscadas: demasiado numerosas, todas consonantes para añadir más sonoridad y dispuestas a una distancia de sílabas muy parecida, buscando las 13 o 14 sílabas por un lado, y las 8 por otro, y en dos ocasiones las 5. Son tipos de versos muy usados en la poesía clásica (alejandrinos de 14, aunque aquí parece que tiende a 13; de 8, que son junto con los endecasílabos los más utilizados en la métrica castellana; y de 5, un verso corto que se usa sobre todo para combinarlo con otros de mayor longitud). Así, la forma del texto hace referencia directa a la poesía, pero no el contenido. Los ojos inyectados (en sangre) supone un símil demasiado habitual en el habla como para considerarlo un recurso poético, y lo mismo ocurre con la bombilla desnuda y me clavó los ojos.

C presenta un narrador que necesita a otro personaje para que le escuche, debido al vocativo buey y a Imagínate. Por lo tanto el narrador-protagonista de los otros párrafos no ejerce aquí de narrador literario, sino que el texto formaría parte de un diálogo, o un metatexto destinado a otro personaje. Lo más llamativo de C es la elección de palabras coloquiales de origen (en principio) mejicano: pinche, tomado (en el sentido de bebido, escribo esta aquí desde el punto de vista de España, puesto que en casi toda America latina es el significado principal del término), buey, chingón, y de puro miedo (mismo caso que tomado, también es una expresión muy común en America latina y no debe verse como exotismo más que en España, pero como escribo desde España, me veo en la obligación de mencionarlo). No contiene ningún recurso poético, y la estructura de las frases es corta y sencilla. De hecho es el más sencillo de los tres textos. Esto no quiere decir que por ello sea menos literario: desde el punto de vista narrativo es el más claro.

Y ahora, después de este somero análisis, me gustaría que comentarais los motivos y argumentos (si los hubo) que os llevaron a votar uno y otro. En este post no desvelaré aún el origen del material del experimento. Siento defraudar a los lectores. Me interesa leer vuestros comentarios antes. Pero sí diré un dato muy significativo porque me interesa que tengáis en mente: algunos de los textos son de autores famosos. Me reservo ese número, así que puede haber uno, dos o tres. Podéis arriesgaros a establecer de quién puede ser o no cada párrafo, pero siempre argumentándolo, claro. A ser posible, os rogaría que emitierais vuestras opiniones directamente, que salgan desde el fondo de vuestra cabeza como una escritura automática. No me importa que uséis las palabras mierda, guay o la que sea si eso expresa lo que sentís al leer los materiales. Así qué, adelante los comentarios:

(Si alguien tiene problemas para escribir comentarios, que lo comunique en el sitio de Facebook del blog. Tenéis acceso a él en la columna de la derecha)

1 comentario:

Unknown dijo...

Fuera del comentario de " los votantes son en su mayoría personas cultas (estudios superiores)" ya que opino que ser culto no tiene nada que ver con tener estudios, el trabajo resulta interesante, incluso digno de una mayor cobertura. Personalmente prefiero el texto C por ser más directo e intenso y transmitir mucho mejor la crudeza de la escena. Voy a suscribirme a tu blog para poder seguir tus iniciativas