sábado, 6 de abril de 2013

Instrucciones para una buena traducción de la música

Recuerdo que de niño leía viñetas de Mortadelo y Filemón. Una de las características que más me gustaban eran las escenas secundarias que aparecían en el fondo. Quizás por afinidad laboral se me quedó grabada una: mientras Mortadelo se disfrazaba para pillar a un espía, un burro rebuznaba tras una tapia; un hombre que pasaba por allí escuchaba con devoción aquellos sonidos y decía encantado: «¡Oh, Mozart, Mozart!». Yo creo que en general el conocimiento de la música en España es así: ni existe ni se pretende que exista, y se puede corroborar todos los días en los medios de comunicación. ¿Tiene El País, el ABC o El Mundo algún colaborador que revise las traducciones de términos musicales, alguien que corrija o a quien se le consulte antes de colgar un artículo estúpido? Yo sé que hay críticos especializados en música porque he conocido a alguno y he tenido la oportunidad de hablar con él, pero su trabajo se limita a escribir una columna y poco más. Jamás se le pregunta “¿oye, esta investigación de la Universidad de Stanford sobre memoria musical es seria?”, o “¿Esta traducción de un artículo sobre tal que da la casualidad de que también era músico está bien?”. No hay preocupación por ser fieles y por salir de la ignorancia en el campo de la música, y esa idea se retroalimenta, porque muchos términos musicales tienen que luchar con false friends realmente populares.

El caso paradigmático es cuando ves una película y uno de los protagonistas, que está tocando con más gente, dice:
—Vale, vamos a tocar esta pero en otra clave.
Muy bien amigos, os voy a explicar detenidamente por qué esa traducción está mal y el significado intrínseco es una chorrada. La clave lo único que nos da es el nombre de las notas en el pentagrama. Es decir, que afecta a cómo aparecen escritas las cosas, no a lo que suena. Es una cuestión de formato. Normalmente en las películas tocan de memoria, lo que equivale a pedirle a un poeta que acaba de recitar un fragmento: «Vale, muy bien, pero ahora recítalo en Times New Roman de doce puntos con interlineado sencillo». Si se da el caso de que los músicos están leyendo partituras, pueden ocurrir dos cosas al cambiar la clave. Lo normal es que las notas cambian de posición y siguen llamándose igual, lo cual no alteraría el resultado sonoro. Pero también puede ocurrir que mantengamos las notas del pentagrama y hagamos el ejercicio de pensar que están escritas en otra clave. En ese caso el resultado sería el mismo que si desplazáramos la posición de la mano en el teclado del ordenador una tecla (por ejemplo) a la derecha: rdyr rd im rkr,`ñp fr vp,p wirfstços [dice: este es un ejemplo de cómo quedaría]. El resultado no sería tan caótico en realidad, porque sólo cambiaríamos de modo, pero todas las relaciones de valor entre la tónica y el resto de las notas quedaría debilitada y aunque la música se entendería, perdería completamente su significado original. Alguien puede decir “ya, pero puede ser que en la película quisieran cambiar de modo”. Nein, y os explico por qué. En inglés, en esas películas, usan la palabra key (llave) para referirse no a la clave, que se dice clef, sino a la tonalidad. Cambiar de tonalidad implica cantar algo un intervalo por encima (o por debajo), manteniendo todos los intervalos de la melodía intacto. Es lo que ocurre si alguien no llega a determinada tesitura. Lo hacemos automáticamente cuando cantamos cumpleaños feliz y vemos que los agudos no vamos a poder cantarlos, con patético resultado. Prueba a cantar una melodía fácil, la que quieras. Luego piensa en la primera nota y canta una un poco más aguda. Entonces sólo tienes que volver a cantar la misma melodía desde esa nueva nota y automáticamente habrás cambiado de tonalidad (de key), que es lo que pretenden las películas.
Este false friend está acrecentado por la casualidad de que las tonalidades más populares (o las más cómodas), Do, Fa y Sol, son también las claves que existen, lo que implica que los protagonistas suelan pedir al resto de músicos con cierta frecuencia “now in G key”, se traduzca “ahora en clave de sol” y parezca legítimo. Pero repetimos: las claves no tienen nada que ver con las tonalidades. Es sólo una tremenda casualidad. A veces, sólo a veces, escucho “ahora en clave de re”, y me siento tremendamente desprestigiado, olvidado y atacado. Este es uno de los motivos por el que empecé a ver todas las películas en V.O.
Pero la incultura musical no se queda sólo en el ámbito del cine. Me he llegado a encontrar con  “El Clavicordio bien templado” de Bach, que es un instrumento tibio incapaz de arder o congelarse, y no el famoso libro de preludios y fugas (The Well-tempered clavier, que se traduce siempre como El clave bien temperado). También he encontrado fallos garrafales en libros donde la música tiene una importancia central. Es imperdonable que Adrian Leverkum, el protagonista de Doctor Fausto de Thomas Mann, se diera cuenta de que se puede modular fácilmente a cualquier tonalidad por medio de acordes tríadas. Eso es como ir de Sevilla a Málaga haciendo escala en Chechenia (en realidad en el libro se refieren a acordes de séptima disminuida, no a tríadas). Y no hace mucho tiempo, tirotearon a una senadora de Estados Unidos que según El País, “en su tiempo libre tocaba la trompa francesa”, así, sin más, en plan “no, no, yo no toco ese instrumento si no es de Chanel” (french horn es el término que se usa en inglés para referirse simplemente a la trompa). Incluso llegué a escuchar en Antena 3 que “un estudio de la universidad de [vetetúasaberdónde] ha descubierto que lo que aporta el sentimiento a la música son las apoyaturas”. Así que vale, venga, todos los estudios de Leonard Meyer, Leherdal, Tarasti, Hatten y Lidov a la basura, que han descubierto que el significado emotivo de la música son las apoyaturas. No los retardos, ni la gramática tonal, ni los ciclos de quintas, ni siquiera el modo, que es el principal vehículo del significado emotivo en la música tonal. Si no, pregúntale a un niño de enseñanza básica por qué sabe que una pieza está en modo menor: «porque es triste», te dirá. Y es muy triste que en nuestra sociedad la gente no sepa ni siquiera lo que aprenden los niños de ocho años en un conservatorio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

http://es.scribd.com/doc/33819019/LaTeX-Para-Novelistas

aquí dices que en tu sitio tienes una plantilla de latex para novelistas,
la gente se mete y no la encuentra, puedes hacerla más visible, por favor, o es solo una excusa xa q veamos tu bonito blog?

Claudio dijo...

Lo siento, pero pensaba que ese documento lo había borrado del Scribd. No sé ya cuántas veces habré intentado borrarlo pero no me deja. La plantilla estaba en otro blog antiguo que mantiene la misma dirección pero que ya borré. Disculpad el spam involuntario. Por otra parte, yo hace tiempo que me pasé a InDesign porque el software libre es gratis y muy versátil pero siempre le faltan cosas sencillas como controles útiles y a mano para las líneas viudas y huérfanas. Además, en InDesign se tardan 15 minutos en maquetar una novela.