miércoles, 14 de noviembre de 2012

Lista de diferencias del salto generacional

Como el otro día despotriqué de las madres, creo que va siendo hora de que haga una entrada dedicada a los padres. Existen un montón de tópicos acerca del hacerse mayor: que si se vuelve uno más gruñón, que si te va gustando más el canal meteorológico, que si los dolores de articulaciones que predicen tormentas… La verdad es que yo aún no padezco ninguno, pero sí que me he percatado de que las diferencias entre nuestros padres y mi generación están bien definidas y son insalvables. No tienen que ver con la edad, sino con otro tipo de consideraciones socioculturales derivadas de haber vivido en una época de constante progresión económica. Analicemos esta fina línea que separa a los cincuentones de los que llegamos ahora a la treintena:


El grifo de la ducha de casa de tus padres. Normalmente, en un grifo monomando la distribución de la temperatura del agua se hace forma progresiva, pero en el caso del grifo de la ducha de tus padres, la tasa de variación tiene que ver con una función exponencial. Del recorrido pintado en rojo del grifo, sólo una pequeña porción de él está destinado a regular la temperatura entre el máximo y el mínimo. Así que moverlo se convierte en una complicada operación de microcirugía mientras te cae agua a temperatura insalubre. El caso es que o te quemas la piel y acabas saliendo como Freddy Krueger, o te duchas con agua traída del ártico expresamente para ti.

«¿Para qué cambias de marcha si no vas a acelerar?». Otra manía es que el motor del coche se amaricona si no lo llevas al límite de sus posibilidades físicas. No importa el mayor consumo de gasolina, ni la contaminación, ni la durabilidad de las piezas del motor, ni acelerar a fondo aunque hayas visto que el semáforo está en rojo y luego tengas que pegar un frenazo. Ni siquiera importan las recomendaciones del RACE para realizar cambios óptimos o “en modo consumo”. No existen los conceptos marchas largas ni freno motor. El coche hay que exprimirlo como si estuvieras en una competición de Fórmula 1. Se cambia cuando sale humo del capó del coche o llega olor a quemado por el conducto de la calefacción.

Si necesitas comprar algo o hacer una reforma en casa: «Voy a hablar con Fulanito». Existe la creencia generalizada entre los padres de que si vas a un sitio de confianza o a un amigo, te van a hacer el mejor precio del mercado. No vale la pena entrar en internet e investigar un poco: preguntar en foros detalles técnicos, precios, conseguir diferentes presupuestos para la misma obra. Tampoco importa que las grandes superficies te den dos semanas para probar el producto y devolverlo si no te gusta. Eso da igual. Hay que hablar con su amigo —que acaba clavándole un 35% más que en cualquier otro establecimiento, y eso que la factura no lleva IVA. Precio de amigo, sí—.

Comer bien es dejar el 67% del filete sobre el plato y decirle al camarero con gesto de derrota: «no puedo más». Porque eso de la comida exótica son gilipolleces. Solimillo al wishky o como mucho al roquefort. Y a lo mejor te puedes pedir unos calamares fritos. Lo demás son tonterías. Llevas a tus padres a un lugar diferente y da igual la cantidad de tapas que les pongas por delante. Así no se come. 17 tapas, con un peso total de 750 gramos, no son suficientes para comer. Se quedan con hambre. Pero el Solomillo de 400 gramos del que dejan la mitad porque no pueden más sí que llena. Y el sitio al que los invitas siempre es más caro. Aunque comáis los tres por 20 euros (precio del filete que se pide tu padre en el restaurante donde va siempre).

Comprar por internet. Eso de Amazon no es seguro. Te pueden timar. Si quieres comprar un libro mejor ve a la librería de la esquina. Y da igual que el libro sólo lo editen en EEUU, que el librero tarde en conseguírtelo mes y medio y que en Amazon te lo manden al día siguiente. Mucho menos importa que en la librería física valga 7 euros más (aunque no te cobren gastos de envío).

«¿Tarjeta? Yo no me saco una tarjeta de débito ni muerto». «Papá, las tarjetas de débito son un servicio gratuito que ofrecen los bancos. Y es más rápido y eficaz. Puedes pagar en cualquier establecimiento, o puedes sacar dinero del cajero que quieras». «¿Y luego si hay un problema qué, y si me la roban qué?». No importa cómo argumentes. No importa que le expliques lo que es un número pin, lo que es una firma electrónica, lo que es el límite máximo diario, o que si llamas a un número de teléfono tu tarjeta queda inmediatamente anulada. Para los padres es más seguro ir al banco y sacar un sobre con todo el sueldo del mes y pasearlo por ahí. Aunque eso sí, si se quedan sin dinero el fin de semana, siempre te preguntan: «Oye, ¿de tu tarjeta cuánto se puede sacar?».

No hay comentarios: